1. Hambre :Es posible que los procesos con menores requisitos de CPU tengan que esperar un período prolongado antes de que les llegue su turno para ejecutarse. Esto puede provocar inanición, donde algunos procesos pueden no progresar durante mucho tiempo.
2. Cambio de contexto reducido :Cuando el intervalo de tiempo es demasiado grande, hay menos cambios de contexto entre procesos. Si bien esto podría reducir ligeramente la sobrecarga del cambio de contexto, también significa que es menos probable que los procesos sean reemplazados y se ejecuten simultáneamente. Esto puede provocar una reducción de la capacidad de respuesta del sistema y una disminución de la eficiencia general del sistema.
3. Uso ineficiente de la CPU :Si el intervalo de tiempo es demasiado grande, un solo proceso puede monopolizar la CPU durante un período prolongado. Esto puede impedir que otros procesos obtengan su parte justa del tiempo de CPU y dar como resultado una utilización ineficiente de la CPU.
4. Sistema que no responde :Con un intervalo de tiempo grande, es posible que el sistema deje de responder a las entradas del usuario u otros eventos. Esto se debe a que el proceso que se está ejecutando actualmente puede retener la CPU durante mucho tiempo, lo que impide que otros procesos respondan a solicitudes externas.
Para mitigar estos problemas, se debe elegir cuidadosamente el intervalo de tiempo para equilibrar la necesidad de equidad entre los procesos, la capacidad de respuesta del sistema y la eficiencia de utilización de la CPU. Un intervalo de tiempo más pequeño promueve un intercambio de recursos más justo y mejora la capacidad de respuesta del sistema, pero también puede aumentar la sobrecarga del cambio de contexto. Encontrar un valor de intervalo de tiempo óptimo requiere una consideración cuidadosa de la carga de trabajo y las características de rendimiento del sistema.