Si bien la tecnología puede aprovecharse para abordar ciertas dimensiones de la pobreza y mejorar los medios de vida, por sí sola no puede resolverla por completo. La pobreza es una cuestión social y económica compleja que resulta de diversos factores estructurales y sistémicos, como la falta de acceso a la educación, la atención médica, oportunidades de empleo de calidad, propiedad de la tierra, infraestructura, desigualdad, marginación económica, inestabilidad política, corrupción, entre otros. Las intervenciones tecnológicas pueden contribuir a los esfuerzos para abordar estos desafíos, pero son vitales enfoques integrales que incluyan reformas políticas, inversiones, cambios sociales y abordar las disparidades socioeconómicas.