El rango de temperatura de funcionamiento óptimo para la mayoría de las pantallas LCD suele estar entre 0 °C (32 °F) y 50 °C (122 °F). Cuando la temperatura cae por debajo del rango recomendado, el tiempo de respuesta de los cristales líquidos se ralentiza, lo que provoca un retraso notable en la visualización de imágenes en movimiento o transiciones lentas.
En condiciones de frío extremo, los cristales pueden congelarse por completo, lo que hace que la pantalla deje de responder o incluso parezca completamente negra. Esto se debe a que los cristales líquidos pierden su capacidad de girar y alinearse correctamente, alterando la polarización de la luz e impidiendo la formación de imágenes.
Vale la pena señalar que diferentes pantallas LCD pueden tener distintos niveles de resistencia al frío. Algunos modelos de alta gama pueden incorporar materiales y técnicas de construcción especializados para mejorar la tolerancia al frío, mientras que las opciones económicas pueden ser más susceptibles a problemas relacionados con la temperatura.
Para mitigar posibles problemas, es recomendable evitar el uso de pantallas LCD en condiciones de congelación siempre que sea posible. Si es necesario utilizar una pantalla LCD en climas fríos, se recomienda mantenerla encendida y a temperatura ambiente durante un tiempo antes de usarla. Además, se deben mantener cambios graduales de temperatura para evitar estrés térmico repentino en la pantalla.
Si una pantalla LCD experimenta congelación o imágenes distorsionadas debido a las bajas temperaturas, es importante dejar que se caliente lenta y gradualmente. Encenderlo inmediatamente o someterlo a cambios rápidos de temperatura puede causar daños permanentes al panel de visualización.